Cuando los Meteoritos dejaron de ser fenómenos atmosféricos

Los meteoritos son pequeños trozos rocosos, restos de la nube primigenia que dio origen al sistema solar. Actualmente es habitual hablar de ellos y ubicar su origen en el cosmos. Aunque los meteoritos han sido conocidos desde tiempos antiguos no se sabía que era un fenómeno astronómico hasta principios del siglo XIX. Antes de eso fueron vistos en Occidente como un fenómeno atmosférico. Por ejemplo, se decía que los fuertes vientos eran capaces de levantar las piedras del piso y después dejarlas caer. Esta explicación venía desde la época aristotélica. Finalmente se abandonó y se optó por otra, que proponía un mecanismo diferente. De alguna manera los meteoritos se formaban en lo alto de los cielos en el momento de producirse una tormenta eléctrica. Los defensores de esta idea decían que las partículas se consolidaban dentro de las nubes, y después los meteoritos caerían a tierra. Por eso le llamaron “meteorito” – del griego meteoros (que está en el aire, en la atmósfera, o en el cielo). También de ahí proviene meteorología, la rama de la ciencia que estudia los fenómenos atmosféricos. Estas ideas permanecieron durante un largo tiempo, pero desafortunadamente eran contradictorias a los testimonios de las personas que observaban caer los meteoritos. En ocasiones ocurría esto cuando las condiciones del clima eran buenas. Es por ello que muchos científicos vieron con escepticismo estas explicaciones.
Ernst Florens Chladni (1756 – 1827)
Uno de ellos fue el físico alemán Ernst Florens Chladni (1756 – 1827) se enteró de los descubrimientos del naturalista alemán Peter Pallas. Pallas, en uno de sus viajes a la remota Siberia en el año 1772 examinó una enorme roca de hierro cerca de la ciudad de Krasnojarsk. Los tártaros dijeron que había caído del cielo. Pesaba 700Kg y llamó la atención de los científicos. La roca estaba cubierta por una corteza negra y tenía muchos cristales de olivino translúcido. Pallas, que nunca había visto/oído hablar de algo parecido, sin saberlo había descubierto un nuevo tipo de meteorito. Una clase de meteorito roca-hierro que más tarde llevaría su nombre: las “pallasites”. Los informes posteriores de pallas alentaron a Ernst Florens Chladni para publicar su audaz tesis de que éste y otros hallazgos en realidad eran rocas provenientes del espacio. En su libro: “On the Origin of the Pallas Iron and Other Similar to it, and on Some Associated Natural Phenomena” publicado en 1794, compila todos los datos disponibles de varios hallazgos de la caída de meteoritos. Por todo esto, se vio obligado a concluir que los meteoritos fueron los verdaderos responsables de los fenómenos conocidos como “bolas de fuego”, y más importante: que debían tener su origen en el espacio exterior. La comunidad científica no recibió muy bien sus ideas, pero a pesar de ello, el tiempo y la propia naturaleza del fenómeno le darían la razón.
El Monumento Wold Cottage
El 13 de diciembre de 1795 una piedra de aproximadamente 25Kg fue vista caer en Wold Cottage Inglaterra por varios testigos. La caída del meteorito ocurrió en plena luz del día, en un cielo despejado, refutando las explicaciones más populares sobre la formación de meteoritos. Posteriormente, el meteorito de Wold Cottage fue analizado por el químico británico Edward Howard. Encontró que contenía granos de metal de níquel-hierro, similar en composición a los meteoritos de hierro que se describen en el libro de Chladni. En 1802, Howard publicó los resultados de su análisis y sus conclusiones sobre el incidente en Wold Cottage convenciendo a un número creciente de científicos de que los meteoritos caen del espacio.
Un fragmento del meteorito de L'Aigle (aproximadamente. 10 g).
Sin embargo un gran número de científicos se mantenían en negar los hechos obvios. Entre ellos algunos de los miembros más influyentes de la respetada academia francesa de ciencias. Sus burlas fueron silenciadas varios meses después de la publicación de Howard: El 26 de abril de 1803 una lluvia de aproximadamente 3,000 piedras cayó en plena luz del día cerca de L’Aigle, Francia, siendo presenciada por innumerables personas. Este incidente atrajo mucho la atención del público, proporcionando un terreno fértil para promover la investigación de la joven ciencia de meteoritos. El ministro francés del Interior encargó al joven físico Jean-Baptiste Biot, un miembro de la Academia Francesa de Ciencias, investigar lo sucedido, dando como resultado un documento bien escrito que finalmente rompió el hechizo. “La lluvia de L’Aigle” y la publicación subsiguiente de Biot, causó un deslizamiento científico, un cambio en los paradigmas que habían sido establecidos en el tiempo de Chladni y Howard. Se confirmaba sin lugar a dudas el hecho de que los meteoritos son rocas provenientes del espacio exterior.

En los EE.UU se tardó más en aceptar este hecho. El que inició este cambio de paradigma fue Benjamin Silliman (1779 – 1864), profesor de química de la universidad de Yale. Silliman analizó la composición química del meteorito que cayó en Weston, Connecticut, en el año 1807. Silliman llegó a la conclusión de que el meteorito cayó del cielo. Esto lo convirtió en un blanco de las burlas del presidente Thomas Jefferson, ya que éste dudaba de las conclusiones a las que llego. Sin embargo, la convicción de Silliman en el origen cósmico de los meteoritos fue inquebrantable y la enseñó a sus estudiantes. Uno de estos estudiantes, Denison Olmsted (1791-1859), fue el primer astrónomo en el estudio de la corriente de meteoros Leónidas y el primero en invitar a los aficionados a unirse a él en la investigación astronómica.
"Las leónidas" vistas Desde el Espacio
Olmsted fue despertado por un vecino de New Haven, Connecticut, para presenciar la tormenta de las Leónidas el 13 de noviembre de 1833. Olmsted reportó sus resultados a un periódico local y pidió a sus lectores que contribuyesen con sus observaciones para que pudieran analizar el asombroso fenómeno. Inesperadamente, su reporte fue descubierto por otros periódicos y Olmsted recibió observaciones de toda la mitad oriental de América del Norte. Los cielos despejados habían permitido que la gente avistara el suceso. Denison Olmsted hizo un extensivo estudio de esta tormenta, y concluyó que tenía un origen cósmico. Después de revisar los registros históricos, Heinrich Olbers predijo su retorno para 1867. Esto atrajo la atención de otros astrónomos. Hubert A. Newton sugirió que sería en el año 1866, que resulto ser la correcta. Después Giovanni Schiaparelli demostró la conexión entre las Leónidas con el Cometa Tempel-Tuttle.

El origen cósmico de los meteoritos está ahora firmemente establecido. Aun así, retiene el nombre de ser un “fenómeno atmosférico”.
Referencias: (1) (2) (3) (4)

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